Farándula.
Farándula es, de cierta manera, el escenario que la sociedad entera requiere para tener la atención colectiva puesta sobre algo. Por supuesto, ese algo tiene que ser atractivo para la gran mayoría, no solo para una élite, y tiene que concitar no solo el gusto sino también la pasión. El escenario de la farándula tiene que apasionar para que se precie de tal: tiene que capturar las pasiones, altas y bajas, y debe por lo tanto conmover e interesar.
Por supuesto, la actividad farandulera es no más que una parte del espíritu colectivo. Hay otras partes de ese espíritu que tienen otros escenarios, algunos más públicos, otros más íntimos. La religión, la academia, la estética son también fuerzas colectivas que reclaman su lugar y son necesarias para que el alma de una comunidad cristalice a plenitud. Como en otros ámbitos, si alguna de estas fuerzas prevalece desmesuradamente, la sociedad enfermará. Es lo mismo que ocurre, en otro nivel, con la personalidad. La personalidad normal es una delicada mezcla de todo tipo de rasgos. Cuando un rasgo se hace muy marcado, toma el control del total de la personalidad y ésta suele hacerse disfuncional, como en el narcisismo o en la histeria. Con la sociedad es lo mismo. Si una de las fuerzas que componen el alma de una comunidad crece desmesuradamente, probablemente terminará haciéndola disfuncional.
La sociedad chilena se ha farandulizado. La farándula ocupa en gran medida el espacio público. Otras actividades importantes, como la política o el deporte, han adquirido las prácticas y códigos de la farándula, del saber estar en el escenario concitando la pasión. Todo aquello que no tiene la posibilidad de hacerse farándula ha perdido su valor social y se le connota con el carácter de solo la anécdota. Las técnicas para concitar la pasión colectiva se han refinado al extremo y con ellas sucesos sin valor alguno adquieren un carácter trascendental. Ha aumentado desmesuradamente el número de personas que harían cualquier cosa por ser parte de la farándula. Y, penosamente, se aprecia que “cualquier cosa” es literalmente eso: cualquier cosa. Una madre nos decía hace poco, orgullosa por lo demás, que su hija adolescente no sabía a qué se iba a dedicar en el futuro pero que la muchacha tenía clara una cosa: iba a ser famosa a toda costa.
Es como si la farándula se fuese tragando el espíritu colectivo y el individual. Como si lo único que adquiriese valor fuese aquello que despierta una pasión, no necesariamente elevada. La manera de ganar una elección, por ejemplo, pasa por haber estado mas tiempo en el escenario, da lo mismo en qué rol. Como si “ser visto” fuese suficiente para “ser apreciado”. Como si en el alma pública hubiese un escasísimo espacio de reflexión, en el cual elaborar si aquello que ha sido visto es realmente valioso o es preferible que sea olvidado. Estar en la farándula es “ser amado”. Y es esencialmente ésto lo que revela nuestra enfermedad.
Recordamos la Histeria, el extravagante trastorno de personalidad descrito por los autores clásicos de la psiquiatría. En ella, el rasgo central es la necesidad de estima, que es constitutiva de toda personalidad. No existe ser humano que no lo tenga. Como rasgo, la necesidad de estima se mezcla con otros rasgos y, en delicado equilibrio con los demás, forma la personalidad normal. Pero cuando este rasgo se exacerba con desmesura, la necesidad de ser estimado comanda toda la actividad psíquica, y de este modo la conducta y la forma de procesar la realidad terminan puestas casi exclusivamente al servicio de obtener el afecto a como dé lugar. Las personas histéricas o con predominio de rasgos histéricos en su personalidad establecen relaciones superficiales y frágiles ya que son como colibríes que van de una flor a otra; se sienten profundamente dañadas cuando el objeto de su amor actual entrega algo de su cariño a otra persona, y exigen hasta mas allá de la saciedad cuando se aseguran de que han suscitado un afecto verdadero.
Estamos sumidos en una penosa farandulización, como si el período actual de desarrollo de nuestra sociedad tuviese el carácter de la histeria. Nadie ha visto una personalidad histérica que pueda ser feliz. A lo más, alcanzan la popularidad. Las personalidades anormales tienen la posibilidad de la psicoterapia. A nosotros, los farandulizados, tan solo nos queda esperar.
4 comentarios:
Farandulizado Doc. Amigo del Alma. Propietario de mi mayor gratitud. Que coincidencia encontrarme con el pan fresco saliendo del horno... y despues de tanto tiempo sin visitar la panaderia.
Tengo un pendiente: que me ayude con algunas hebras para parchar un hoyo que tengo en la red de pescar que es mi vida... usted sabe.
Abrazos de nieve y miel, de la Maga.
CNN en español...
Tiene razón doctor, es enorme el número de adolescentes cuya meta es ser famosos, todo se ha farandulizado y aquí estamos luchando al interior de la familia para que la plaga no nos alcance.
Requiere de un trabajo minucioso, lento, sigiloso... desde que son chiquititos.
Saludos
Te he leido con atención y con esa sensación extraña y ajena que produce la farándula y sus alcances.
Si algo me hacía sentir cercano a este país, cuando llegué hace tantos años, era esa sensación de sobriedad lejana de la fama, ese manifiesto "low profile" que lo hacía respetable; ahora me asombra que a medida que se desprejuició también se encaramó en el carro alegórico de la farándula, del hacerse notar por que sí, incorporando a todos los estamentos sin reparo y que usa todas las herramientas a su alcance, incluso las "nuevas" como el facebook (hace un año me inscribí y no había nadie, hace dos semanas lo desactivé porque ya es una moda).
Me pregunto a diario qué pasó con el pensamiento, la creación, el arte, la estética. Me produce impotencia ver este mundito tipo Miami donde lo privado es público y ese ser público es maniqueistamente bueno y es desgraciada y democráticamente "de todos".
Gracias por el aporte de tu reflexión,
Saludos,
Fuimos un país austero, hoy es un circo, estamos en el baile, ahora a bailar...
Saludos desde mi sure!!!!
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