martes, 9 de junio de 2009

Voy por un largo corredor que por rarísima casualidad está desierto. Quizás por qué no hay nadie a esta hora, en la cual normalmente van y vienen decenas de personas. El largo corredor parece una pista para el despegue de pequeños aviones solitarios. Hacia la mitad, una máquina enceradora sin control gira y gira. La encargada se ha ido y por alguna sinrazón la ha abandonado, quizás por unos minutos. La máquina gira lentamente sin parar y es como si estuviese a punto de echar a correr por la pista.
Soy el único testigo de esta escena surrealista. La máquina gira y gira sobre su eje lentamente. De improviso me explotan las ganas de tomar la máquina y perseguir al primero que se aparezca. Perseguirlo hasta que se suba a un árbol o a una muralla. Perseguirlo como si uno tuviera un enjambre de libélulas saliéndole de las manos.
Pero algo me lo impide. Es martes, un martes igual a todos los martes. Y yo voy ataviado como martes, y pienso como martes, y no se me cruza ninguna idea delirante, como suele pasar los martes.
Así es que apenas sonrío, con cierta nostalgia, y me encierro en mi oficina.

miércoles, 3 de junio de 2009

San Francisco, 9 AM. Maratón "Bay to Breakers", desde las riberas de la Bahía de San Francisco hasta las playas del Pacífico, a unos cuantos kilómetros a través de la ciudad. Una verdadera "orgía", en el sentido de "Fiesta en honor a Dionisio o Baco", el dios de la fertilidad y la vida: es una carrera pero cuyo resultado da lo mismo. Lo que importa es el paseo, la celebración, sentir el viento en los oídos. Se puede ir como uno quiera pero lo apropiado es disfrazarse. Como se puede ver mas abajo, lo apropiado es difrazarse, de lo que venga...





Son cientos de miles, y no es exageración. Esta es una vista desde una pasarela. Miles de Bacos en dirección al Pacífico con el corazón al aire. Metido ahí en el medio uno se da cuenta de que no es alborozo ni desenfreno ni una liviana invitación a la alegría. Es una Báquica, una orgía, un rito social en el cual lo que se busca es la comunión con el universo y la existencia. No podría darse en otra parte que en San Francisco.



Me metí al medio por un par de cuadras. Yo iba de vestón y corbata y a nadie le importó. Por un momento fui discípulo de Dionisio. Fue justo y preciso para darle gracias al cosmos, al Camarada, al Altísimo, a la vida, a quien sea, por tanta cosa buena que pasa.
Como cierre, en el avión de vuelta me leí el "Canto a mi Mismo", de Whitman, y encontré un par de versos en los cuales Walt dice que tiene una cita fijada con el Gran Camarada a la cual por ningún motivo desearía faltar. Por supuesto, epígrafe. Y por añadidura, por supuesto, Baco. Por supuesto, San Francisco. Y por supuesto, gracias Gran Camarada por SF y Whitman y la Bay to Breakers.