lunes, 20 de abril de 2009

Me han comenzado de nuevo a dar vueltas los faunos. De pronto en la mañana, de sopetón me he encontrado con otra idea referente a ellos. Es esta: se trata de seres solitarios. Viven su vida en medio de manifestaciones de alegría y expansividad, pero a fin de cuentas no son seres para hacer la vida con ellos. Cuando caí en la cuenta de esto, recordé un inmenso fauno de Velazquez en los muros de El Prado, sonriendo pero con una especie de valiente desazón en el fondo de los ojos. Velazquez debe haber sabido de verdad de faunos. Adivinó que estos seres lujuriosos y exultantes, que saltan de fiesta en fiesta y de carnaval en carnaval y que a veces caen sobre la realidad haciendola saltar en pedazos que vuelan hacia el cielo, son, en verdad, grandes solitarios, que en el claro del bosque y a solas le silban a la luna con sus flautas hechas de huesos de carnero.

Estuve en el Prado hace un par de Domingos y no estaba el fauno de don Diego. Debe estar arrumbado en una de las bodegas del Museo Nacional de El Prado esperando alguna ceremonia en celebración de Baco (las "báquicas" u "orgías" del mundo antiguo). Me habría gustado verlo y guiñarle un ojo sin que nadie mas se diese cuenta. Me habría gustado pedirle que me invitase al claro del bosque a oír su magnífica y melancólica flauta con la cual hace languidecer a la hermosa y blanca luna. Me habría gustado que me hubiese convidado algunas gotas del vino con el que los faunos son felices. Pero quizás hubiese sido una impertinencia.

Sigo y seguiré mirando a estos seres hermosos que construyen la felicidad desde la tierna melancolía. Creo que mas de alguno se me ha cruzado en una de esas memorables báquicas y me ha hecho un guiño. En fin, no queda otra. A la salud de los faunos, un brindis por la blanca luna.




Museo D'Orsay, Paris. Un fauno-niño sonríe tal vez ante un espejo.

jueves, 16 de abril de 2009


Faunos bajo la escultura de Poseidón en la Piazza Vecchia de Florencia. Exultantes, briosos, anuncian la fertilidad y el goce a los cuatro vientos. Su desnudez denuncia sus costumbres relajadas de las que se desprende su caracter creador, como el de la"poiesis". He pasado largos años colectando figuras e imágenes de faunos por donde ande. Algún día voy a hacer algo con todo ese material. Me gusta la combinación de sensatez y locura, de perdición y creatividad que suponen. He visto faunos de toda laya, viejos, infantes, alucinados, sabios, y no me dejan de encantar. Estos faunos amigos de Poseidón, en la Piazza Vecchia, me han parecido un poquito relamidos, pero en fin, de todo ha de haber en la viña del Señor. Al lado de ellos pasé un rato inolvidable oyendo a un trovador que cantaba a Simon & Garfunkel mientras mi espíritu tomaba camino de las estrellas. Salud, compañeros faunos, hasta que nos volvamos a encontrar.

jueves, 9 de abril de 2009


Caminando por las calles de la vieja Florencia estaba este "Café de los Artesanos", que de por sí es un encanto. Pero el letrero a la entrada sencillamente me mató.




"A los señores clientes sentados en las proximidades del Café se les solicita respeto por la serenidad pública".

Ya me imagino que clase de clientes tiene el Café de los Artesanos en Florencia. Varios de mis conocidos harían clientela de lujo para semejante lugar. Por ejemplo el Guatón Valenzuela, o el Huaso Alcocer, o Juanito Gómez, los dos últimos ahora entre las estrellas. O el Pablo, o Chánchez, o... en fin, una larga lista de señoritingos que harían palidecer a Sileno, el jefe de los faunos.
Las callejuelas de Florencia son mágicas. De repente sale uno disparado hacia las estrellas. Hay que andar con ojo para no chocarse con el Huaso o con Juanito. El Huaso estaba hospitalizado antes de emprender el último vuelo y exigió que en un guatero la pasaran vino de contrabando. En Florencia podría uno encontrarse con él y no sería sorprendente. Quizás hasta casi sería natural. En fin. Florencia.