De seguro el viejo Ezra hubiese leído esta nota sonriendo. Así, sonriendo, era como acogía a quienes se le acercaban pidiéndole consejo, guía, iluminación, en el difícil y a veces árido camino de la poesía. Eliot y Ginsberg, entre otros, amaron sus exuberantes y alucinados Cantos, y tomaron sus consejos como palabras de maestro.
La historia personal de Ezra Pound está marcada por la controversia y la agitación. Establecido en la Italia de los 30, creyó ver en la figura del Duce una remembranza de los mecenas del Renacimiento. No tardó, por esa vía, en sentirse envuelto en la grandiosa estética de la época. Después, ya se sabe, su figura vociferante a través de las ondas de la Radio Roma atragantaba a los cancerberos. Estos lo enviaron a las jaulas del Disciplinary Training Centre, cerca de Pisa, en cuanto fue capturado y entregado a las fuerzas de USA por los partisanos en 1945. Al año siguiente fue declarado loco por una junta de psiquiatras y fue enviado a una larga internación de 12 años al St. Elizabeth’s Hospital en Washington. Allí continuó escribiendo y recibiendo las visitas de los poetas que lo admiraban. Estando internado, en 1949 se le otorgó el Premio Bollingen de poesía, lo que desató un sonado escándalo: el loco, el antipatriota, ensalzado y puesto en el Parnaso. Más aún, el premio entregado en honor a sus Cantos Pisanos… En 1958 su caso fue revisado y se le dio la libertad, o fue dado de alta, según como se mire el asunto, después de lo cual partió de nuevo a Italia, donde vivió hasta su muerte, en 1972.
El viejo Ezra fue sin duda un alucinado. Escribió su obra mayor, Los Cantos, en 117 secciones a través de casi cincuenta años. Con versos en diversos idiomas, incluyendo el chino y el griego clásico entre otros, Los Cantos son un gran poema épico cuyo objeto es la Historia, o sea, la dilatada y dramática epopeya de la especie humana. Cruzan por sus versos las más diversas figuras, mitológicas, políticas, anónimas, mezcladas en un huracán que jamás decae. El viejo Ezra fue un alucinado y Los Cantos por tanto no podían ser otra cosa que una poderosa alucinación acerca de lo que yace en el fondo del ser humano. ¿Lo habrá visto así?. Quizás si, quizás no. Lo que es seguro es que con esta nota hubiera sonreído.
Entresacamos algunos versos de Los Cantos y los transcribimos aquí para oírlos mas que para leerlos (se recomienda luz refulgente y voz asordinada). No podemos dejar de pensar que nos hubiese gustado escucharlos a través de las ondas de la Radio Roma, con la voz áspera y cascada del viejo Ezra, alucinado por la Historia, mientras mas allá del dial la junta de psiquiatras del St. Elizabeth´s Hospital toma notas y trata de entender.
I
Y entonces bajamos a la nave
enfilamos hacia los roqueríos, deslizándonos sobre el mar divino,
izamos el mástil y la vela sobre esta oscura nave
llevando ovejas a bordo, y también nuestros cuerpos
cargados de llanto, y los vientos desde popa
hinchando las velas, y empujando
de Circe la nave, la bien peinada diosa.
Nos sentamos luego, el viento agitando la caña del timón.
con las velas henchidas navegamos hasta el fin del día
el sol a su descanso, las sombras sobre el océano todo…
XXV
…
Promúlguese:
A Doña Sorantia Soranzo que vaya para
la fiesta de la Ascensión por la noche en una barca cubierta y
baje a la ripa del Palazzo, y cuando primero vea la
Sangre de Cristo que suba al Palacio y pueda
estar en el Palacio VIII días para visitar al Dogo su
padre sin dejar el palacio durante ese período, ni
descender las escaleras del palacio y que cuando las descienda
que vuelva por la noche a la barca de la misma manera
estando cubierta. Para ser revocado a voluntad del consejo.
aceptado por 5 del consejo.
…
XXVII
…
Y hubo aquel editor de música
que trajo la cabeza jibarizada de un indio
sin huesos, aceitada, desde Bolivia, y dijo:
“Si, estuve allí. No pude hacer clientela,
Mucho después de haber derretido las placas
llegó una orden, 200 copias, Perú
o de alguna estación en Chile”.
Me llevé a Floradora en láminas
y volví con una momia pelirroja
con un aire Clara d´Ellébeuse cantando “Stretti”.
…
XXXV
Así es que ésta es (podemos creerlo) Mitteleuropa:
El Señor Corles comandaba ametralladoras
pero cuando llegó el momento de hacer fuego
simplemente encendió un cigarro y se alejó
de su batería y se sentó en el campo,
algún subalterno dio la orden de disparar
El Sr. Corles no sufrió la pena extrema
porque su familia
era una buena familia burguesa en Viena
fue enviado a un manicomio…