Una tarde nos arrancamos a la Isla Coche. Desde Isla Margarita son unos 30 minutos en bote. El Caribe es cálido y esmeralda, así es que se nos hizo tarde en la tarea de disfrutarlo. Comimos unos pescados caribeños en un hotel por ahí cerca después, con lo que la tardanza aumentó. Cuando nos llamó el botero para la vuelta, el sol ya estaba cayendo en el Mar Caribe, y el cielo estaba como se ve.
Antes de subir al bote ya el cielo estaba algo encapotado. Siempre me ha parecido que los pelícanos vuelan con tanto garbo como un bombardero B-52. Aquí una bandada levanta el vuelo con la donosura y ligereza características de los pelícanos, delante del cielo plateado. Por un momento hubo peligro de que las frágiles barcas, de algún modo parecidas a las que surcaban el Ponto, podrían estallar en pedazos bajo las crueles bombas.
Daría para una crítica de hotel, pero no quisiera dañar la sensibilidad de la exquisita gente que me invitó a Margarita. El Hotel Marina Bay tiene buen look, pero es espantoso. No había control para el televisor. Bajé y tuve que dejar unos dolares para que me lo prestaran. El teléfono no tenía cable. Un amigo pidió un sandwich a la habitación y le endilgaron un no rotundo, sin contemplaciones ni explicación. En fin.
Me dió la impresión de que no era el único lugar donde las cosas funcionaban así. Creo que es el efecto del mono grandilocuente ese que tienen de presidente. Habla horas y horas y horas y tiene acólitos que cuando él no está hablando, hablan por él. Estilo "Muchachos, buenas noticias. Ha llegado el Mesías. Soy yo." Verdaderamente es desagradable, profundamente desagradable.
La foto es del Marina Bay. Buen look, buena vista, todo bien. Excepto Chávez.