Igor. Saluda con un gesto apenas perceptible y se recuesta en el camastro.
- ¿Como vas Mahiakeff?
Lo de siempre. El vodka de nuevo se me fue de las manos. Katja escribió diciendo que ya no podía esperar más y que Boris etc. etc. El jefe japonés que cree que mi padre estuvo en lo de las Kuriles. Va a haber reducción de personal. Etc. Lo de siempre.
- Yo bien. ¿Y tú? ¿Qué hay?
Observa las manchas del cielorraso, de humedad y de otra clase. El mismo estrelló hace un par de semanas una copa de Smirnoff contra ese cielorraso celebrando el natalicio de Pedro el Grande.
- Nada.
Eso es grave. Igor necesita acción, que algo está pasando. Más que en la realidad, en su mente o en su corazón. Yo solo necesito vodka y que me dejen tranquilo.
- Haz como el Rey Sol. Si no pasaba nada, escribía "rien" en su diario y asunto despachado. No le daba mas vueltas.
- Esa mancha... ¿la hice yo, no es cierto?
- Lo de Pedro el Grande.
- Si - dice, y por un instante sonríe igual que un duende irlandés.
Me preocupa. La última vez que estuvo así terminó preso porque se dió con todo con una patrulla que hacía la ronda, ebrio como cuba. En el hospital miraba el cielo como si estuviese manchado con restos de vodka.
- "Rien". Buena palabra.
- Si - digo, y me echo al coleto otro vaso.
Me aburrí de escribir mi diario porque se repetía demasiado la palabra "rien". Ahora bebo vodka. Habrá que tener ojo con Igor por unos días. Le vienen como melancolías y después se le pasan. Cuando se le pasan, toca a la puerta a las 3 de la madrugada riendo a carcajadas y pidiendo que lo acompañemos a ver a La Negra, una amiga suya que tiene un tugurio atendido por unas pupilas tan interesantes como una mata de tunas. Pero si uno no va, Igor se queda hablando toda la noche y es imposible dormir. Por lo menos, de La Negra uno se puede escapar sin que se note y largarse a los brazos de Morfeo.
Ojalá esta vez haga caso, escriba "rien" y todo acabe ahí. Lo que es yo, tengo ya suficiente con el japo negrero de las Kuriles.