sábado, 7 de diciembre de 2013

Quizás el designio más relevante que dejó Madiba sea el mismo que hace 2000 años dejó otro iluminado, Khristos. Ambos hicieron de su vida un triunfo de las fuerzas de la vida, en contraposición al triunfo de las fuerzas de la muerte o la destrucción. Ambos aceptaron con paciencia la lluvia de tiniebla que desató sobre ellos el poder, ambos pensaron a la especie en un horizonte de luz, ambos, y quizás también Ghandi, cristalizaron sus visiones en una palabra, Amor, e intentaron vivir en el ámbito que emerge desde esa palabra. 
Jaspers pensó que hubo una época, el tiempo eje la llamó, donde aparecieron los iluminados, Cristo, Confucio, Buda, y pensó que ese tiempo eje no se volvería a repetir. Mandela es una muestra más de que no es así. Tal como cada cierto tiempo la especie da origen a los Hitler, los Stalin y los Pinochet, cada cierto tiempo también da lugar a los Mandela, los Blest y los Ghandi. La Humanidad es una larga secuencia de apariciones de las dos fuerzas que están en la base del movimiento del universo, las fuerzas de organificación y las de disolución, que malamente se han llamado del Bien y del Mal. Son las fuerzas que se integran en el movimiento del cosmos. Salve Mandela, un hito en la larga cadena de los seres de la especie humana colmados de la hermosa fuerza de la organificación.