viernes, 7 de diciembre de 2012
jueves, 18 de octubre de 2012
Hace 5 años esta misma señorita, exactamente la misma, mientras yo estaba sentado en esa misma plataforma, en el Palacio de Belvedere, en Viena, llegó volando silenciosamente y se me puso detrás. Esta vez, ayer, hizo lo mismo. Ahora me susurró "Eso que llamas tiempo, no pasa en vano".
Antecedentes: reporte de Mahiakeff, 24 de Enero de 2008.
sábado, 18 de agosto de 2012
Señora camino entre tus despojos
rutilantes camino por la selva de tus desacatos Mastodonte soy de tus sueños mastodonte
premonitorio y abyecto El frufrú de mi piel raspándose contra la foresta
mientras camino en pos de tus recuerdos Digo “Detengámonos aquí” pero pareces
no escucharme Cementerio de sueños y recuerdos en una curva de la foresta
Mastodonte azul Nube azul Regreso azul Señora pido un ron azucarado para hacer un
brindis misterioso por la foresta que hay en tus sueños por los recovecos de tu
corazón por la frente perlada de antiguos sudores cuyo origen no puedo conocer
ni siquiera yo que estoy sumergido en tus entrañas Mastodonte trigonométrico
sigo las reglas de composición de la rompiente y las blancas olas sigo la
lógica de la prosodia del negro ponto de las cóncavas naves de los rosáceos
dedos de la Aurora persiguiendo el fondo abisal de tus recuerdos En una esquina
parece haber un hombre viejo parado apoyado en un bastón debajo tiene una carátula
Dice Padre Mas allá otra carátula Madre Hay una callejón lleno de carátulas en
ninguna aparece mi nombre Canto como las ballenas bordeando el fondo abisal de
tus recuerdos soy el canto de tu corazón a pesar de no existir en ninguna
carátula ¿Cómo es el esfuerzo de las compañías españolas que buscaban El
Dorado? Trágico contesta una voz profunda una voz de mastodonte ¿Con cuántas
estalactitas se configura un recuerdo? Un sinfín de estalactitas y estalagmitas
bordean un larguísimo camino de carátulas El viento las hace ondear ¿Cuántas
gallardas fragatas se han hundido aquí? “Ninguna era gallarda” dice otra voz
profunda debajo de la cual está la carátula Madre “Desposeída desposeída” canta
un coro Me levanto como una nube azul me revuelvo en los meandros de tu corazón
a pesar de que no existo ni como voz ni como carátula Señora de todos modos soy
un mastodonte dueño de tus despojos de cebra moribunda Miro las colinas Hay
unos rosáceos dedos asomando por detrás Señora es hora de despertar “No” me
dices “Nunca es hora de despertar”.
Estocolmo.
jueves, 2 de agosto de 2012
Despoblamiento. Los generales blog están en desaparición y los sueños de todos los poetas huyen por la puerta delantera en dirección a los Infiernos. Los hermosos señores y magas que hacían un mundo están en el malecón organizando la estiba de sus gallardas fragatas para partir en dirección a sus sueños, esta vez establecidos en las buhardillas. La nubes cruzan lentamente con bordes grisáceos. Los señores y magas sonríen y se miran con los ojos relumbrantes cuando se cruzan, respondiendo a una historia bellísima que se ha compartido y que está comenzando a desaparecer. Los señores blog, las magas blog, las buhardillas, las nubes, están enfilando en derechura hacia el horizonte, igual como podrían haber hecho los mayas o los atlantes.
Salud por un hermoso universo que gallardamente se hunde.
Salud por un hermoso universo que gallardamente se hunde.
martes, 10 de julio de 2012
Me da la mano.
- Hola - digo.
- Hola - dice.
Después de un rato de silencio mirando los edificios, me pregunta:
- ¿Es verdad que deseas quedarte con el animal?
- Sí -digo secamente.
- Mhh - dice. Y se queda pensando.
Luego de otro rato, me dice:
- Creo que podrás cuidarlo bien.
- Eso espero - digo. El perro me olisquea las piernas con curiosidad.
- Creo que debo decirte algo - dice.
- ¿Qué será? - pregunto.
- Este perro se mete en los sueños - dice.
Lo miro de reojo con cuidado. Parece un tipo sensato. Pero quien sabe.
- Me ha pasado lo mismo con otros animales - digo.
Se ríe.
- A mí también - dice.
Me pasa la correa del perro, le acaricia rudamente la cabeza y luego se vuelve a mirarme.
- Cúidalo - dice.
- Seguro - digo.
Cuando va algo lejos, se vuelve y se despide con un ademán alegre. El perro lo mira con atención pero no hace amago de seguirlo. Cuando yo echo a andar, mansamente camina a mi lado.
Es cierto. Tiene el aspecto de esos perros que se meten en los sueños.
- Hola - digo.
- Hola - dice.
Después de un rato de silencio mirando los edificios, me pregunta:
- ¿Es verdad que deseas quedarte con el animal?
- Sí -digo secamente.
- Mhh - dice. Y se queda pensando.
Luego de otro rato, me dice:
- Creo que podrás cuidarlo bien.
- Eso espero - digo. El perro me olisquea las piernas con curiosidad.
- Creo que debo decirte algo - dice.
- ¿Qué será? - pregunto.
- Este perro se mete en los sueños - dice.
Lo miro de reojo con cuidado. Parece un tipo sensato. Pero quien sabe.
- Me ha pasado lo mismo con otros animales - digo.
Se ríe.
- A mí también - dice.
Me pasa la correa del perro, le acaricia rudamente la cabeza y luego se vuelve a mirarme.
- Cúidalo - dice.
- Seguro - digo.
Cuando va algo lejos, se vuelve y se despide con un ademán alegre. El perro lo mira con atención pero no hace amago de seguirlo. Cuando yo echo a andar, mansamente camina a mi lado.
Es cierto. Tiene el aspecto de esos perros que se meten en los sueños.
lunes, 30 de abril de 2012
Digamos que no son los mejores dias para los blogs ni para sus autores. Siguen escapando hacia espacios más efímeros y menos comprometidos, como facebook o twitter, aquellos que alguna vez sintieron la necesidad de escribir acerca de lo que les pasaba o de lo que veían, agregando una reflexión de por medio. Facebook y twitter funcionan como reflejos o eructos. Los blog apelan - o apelaban - al centro del alma, más allá de los reflejos de quienes escribían. Recuerdo notables textos, algunos francamente memorables y antológicos, que no tienen ni tendrían cabida en la cultura de los reflejos. Vengo aquí hoy porque extraño esa febril actividad del pensamiento que llegó alguna vez a constituir la masa de blogs que pendía por encima de nuestras cabezas, en la nube blanca de la red.
Me sacudo algunos recuerdos y unas cuantas nostalgias. No es tiempo para faenar ese tipo de material por ahora. Cuando algo que vale la pena se está hundiendo, lo único que cabe es mantener la dignidad y hacer como que ni el tiempo ni nada pudiese llagarnos. Enhorabuena. Me pongo en la larga fila de espectros de blogueros que enfilan hacia el horizonte. Echo en el bolsillo trasero del pantalón una petaca con algo espirituoso. Compañeros blogueros, suerte en la eternidad.
miércoles, 29 de febrero de 2012
miércoles, 11 de enero de 2012
En verdad a veces me cansa Igor. Tiene períodos buenos en los que trabaja a cabeza gacha, sin decaer, con la mensedumbre de los mujik, dócil e incansable, pero tiene otros en los que le vuelve la melancolía y cumple a media máquina con sus ocupaciones, anda perdido y con cierta frecuencia toma alcohol en exceso. Ahora está pasando por uno de esos períodos. Ha perdido varios trabajoa, a pesar de que le tienen estima, por la malhadada melancolía. En Moscú apenas se le notaba, entre otras cosas porque hay mucha gente así en la calle, pero aquí, donde todos esperan que éste sea el día de su existencia, los 15 minutos de Warhol y esa macana, se nota mucho más la melancolía por el contraste.
Paso cada noche a saludarlo, más bien a asegurarme de que ha vuelto a su covacha y de que sigue vivo, a darle algo de sopa caliente y a arroparlo, perdido como está en los vapores del vodka. Parece que una vez más le han despedido, cosa que no le importa en lo más mínimo. Tendido en el camastro, inconsciente, tiene sobre los párpados la misma curva que cuando sonríe. Farfulla cosas sobre la Catedral de San Esteban, de la que ha sido devoto alguna vez, y sobre la nieve rutilante de las riberas del Volga. La misma escena, las mismas murmuraciones cada noche, el camastro, su soledad.
Los ataques de melancolía parecen dulces a veces, pero tienen la fuerza de un tsunami. He conocido varios espíritus dignos y gallardos sucumbir ante la dulce ferocidad de la melancolía. Los médicos de la Grecia clásica decían que estos ataques sobrevenían porque se humedecía la bilis y se volvía negra. Los psicoanalistas dijeron, veinticuatro siglos después, que en la pérdida no elaborada se encontraba el orígen de la melancolía. Los psiquiatras dicen ahora que viene porque se descalibran algunos químicos en el cerebro. Los casos como los de Igor muestran en realidad que los restos maravillosos de lo que ha quedado atrás son los gérmenes de la melancolía, y que aún frente al horizonte más resplandeciente, aquello de uno que se ha quedado enredado en los recodos del pasado se niega a morir.
Cada noche, al salir a la calle después de alimentar y arropar a Igor pienso en ello. Las nieves en las riberas del Volga a mí me parecen más rutilantes que las que he visto en otras partes, pero es muy probable que objetivamente no sea así. Los espíritus como el mío pueden olvidar con facilidad porque nunca han tenido hogar, pero Igor tenía un bello hogar y por eso ahora por épocas sobre su alma pasan los tsunamis de la melancolía.
La Alameda después de las 11 de la noche, a la altura de la Plaza Italia es un verdadero zoológico. Se puede comer barato y agradablemente si uno no es demasiado quisquilloso. Pasa gente de todo tipo. Casi ningún verdadero melancólico. Sergio, uno de la oficina que opina sobre cualquier cosa que se le cruce, dice que los chilenos han cambiado, que antes las calles estaban llenas de melancólicos y que ahora son raros. Yo pienso en Igor mientras camino por la Alameda, en su hogar, en los recodos de su pasado y en los tsunamis de la melancolía.
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