domingo, 20 de febrero de 2011

Una gota cristalina resbala lentamente por la brillante pared del vaso. La brisa trae el olor de la espuma de la rompiente, salobre y huidizo. Una formación de pelícanos planea con cierta torpeza siguiendo la cambiante línea de las olas, subiendo y bajando en desorden.

El café tiene el agradable gusto amargo que golpea las papilas gustativas y las alerta. Un gato pasea sobre el techo tratando de pasar inadvertido pero las calaminas crujen quedamente. En el Nijo Jo, el castillo medieval de la ciudad de Kyoto, las tablas del piso tienen un mecanismo que las hace crujir ex profeso para escuchar en la noche el ruído de las atacantes silenciosos que buscan introducirse en el palacio. En los árboles los ramajes se mecen con lentitud por el paso de la brisa, y el olor que trae se mezcla con la fragancia de las semillas. El sendero que baja serpenteando por la colina tiene un color intensamente amarillo, iluminado por los rayos del sol de la mañana.

El hombre apura el café y sale en dirección a la playa. Ha visto una vela desplegada gallardamente en el horizonte. Camina con determinación, como si fuese a echarse al agua para nadar hasta el navío mientras la brisa le desordena los bucles que parecieran querer echarse a volar hasta el resplandeciente cielo.

sábado, 5 de febrero de 2011

La Leyenda de Hotu Matu'a.

Hotu Matu'a era el rey de Hiva, una de las islas de la lejana Polinesia. Como esta se empezaba a hundir por efecto de los vientos y las mareas, necesitaba buscar una nueva tierra para su gente. El rey Hotu Matu'a estaba preocupado y miraba continuamente el cielo. Una noche su sirviente Hau Maka soñó con una isla. Soñó su ubicación y su topografía. Soñó las lagunas y los volcanes. Le contó el sueño a su hermano y este le convenció de ir a contárselo a Hotu Matu'a.
Después de escuchar el sueño, Hotu Matu'a subió a su gente en dos inmensas canoas, subió semillas y gallinas, y se echó al mar en busca de la isla soñada por Hau Maka. Envió adelante a 7 exploradores, los que llegaron a la isla, que estaba donde Hau Maka la había soñado, y la exploraron según sus indicaciones. Todo, los lagos, los volcanes, la arena, era tal cual se había mostrado en el sueño de Hau Maka.
Cuando Hotu Matu'a llegó a la isla por el nordeste, la dirección de la Polinesia, desde donde venía, sus exploradores le esperaban en los acantilados en las faldas del volcán Rano Kao. Le pidieron al rey que circundara la isla navegando hasta llegar a una hermosísima playa de arena blanca, altas palmeras y aguas azul turquesa. El rey Hotu Matu'a recaló allí y su gente descendió de las naves.
La isla, la más lejana de todas las islas, en el centro del mar, se llamó Te Pito O Te Henua, el ombligo del mundo. Make Make, el dios del cielo y de la tierra, se la regaló al pueblo Rapa Nui hablándole a través del sueño de Hau Maka. ¿Quién más, sino Make Make, iba a saber de Te Pito O Te Henua? Hotu Matu'a, el rey, responsable del bienestar de su gente, supo oír al dios que hablaba a través de los sueños. Ahora, cada año, el pueblo Rapa Nui celebra la Tapati, la fiesta en que se recuerda que Make Make regaló Te Pito O Te Henua al resplandeciente pueblo Rapa Nui hablandole a través de un sueño.



Los moai de Anakena, la playa en la cual Hotu Matu'a fondeó sus naves y llegó a Te Pito O Te Hanua.