miércoles, 30 de junio de 2010

"De pronto y como al pasar dices "Si, fui yo quien abrió la puerta" y acto seguido ocurre que las cosas se sacuden y adquieren un orden más natural y mas profundamente sincrónico con el verdadero mundo. Yo hasta ese momento había tenido mis dudas. Había cavilado en la noche muchas veces acerca de si había sido yo quien había roto el encanto y había abierto las puertas de la muerte, y muchas de esas noches no había podido dormir agobiado por una extraña sensación de pesantez en el pecho. Ahora que has hecho esa declaración, y aún cuando haya sido al pasar, has vuelto a ser tú, ese esplendoroso ser que alguna vez volaba por el cielo de mi habitación y que la coloreaba como seguramente nada nunca más volverá a hacerlo".
Haruki Murakami, "Kafka en la orilla".

viernes, 25 de junio de 2010

De pronto veo caer hojas de otoño secas desde las ramas de un árbol. Una brisa suave las desprende y caen oscilando con lentitud. Miríadas de hojas se desprenden y caen recortándose contra el cielo plateado. El tronco del árbol se ve negro con el contraste y las ramas parecen tener una actidud resignada y dulce. La lluvia no se decide a caer aunque la tierra está mojada.
No dejo que me asalten los recuerdos. Quedo sumido en un estado de tenue asombro, embebido en el deslumbrante plateado del cielo. Las hojas caen como si lo estuviesen haciendo a kilómetros de distancia. Decido enfocar mi atención en ellas y por un momento siento la oscilación. Luego cierro las claraboyas y me echo a andar.
El asombro actúa como una especie de frontera para los recuerdos y la imaginación. Los escritores de haikú dicen que es el estado en el cual deben escribirse estos poemas. Parece ser un estado que tiende a difuminarse en cuanto aparece, como si fuese un centelleo. Por alguna extraña razón éste permaneció por varios minutos. Si las hojas hubiesen sido de alguno de los espléndidos arces blancos, de tronco jaspeado con manchas café, como los que hay en Japón, quizás se me hubiese ocurrido algún haikú. Horas después se desata la lluvia.
Negra la tierra, negros los haikú, negros los heraldos negros. Tan solo el cielo resplandece.

viernes, 18 de junio de 2010

Recetas para encontrarse:
- estar a solas sin preocupaciones.
- el ocio regio de los romanos.
- dejar que el espíritu de los amigos entre como una tromba.
- pasear en la noche mojada, después de la lluvia, por algún sendero de cerro.
- ver el cielo durante un rato.
- expulsar a los demonios y a los ángeles y todo lo que se encuentre, incluso lo que no quisiera salir.
Rien, de nuevo como Luis XIV. Una chispa, una sola que se guarde, puede incendiar un bosque, Bukowski. Ángeles y demonios, malditos los unos, benditos y perversos los otros, Rilke. Rien. Una gota de agua que corre por el vidrio.
Puede que no valga la pena. Pero no me moveré de aquí.