domingo, 11 de abril de 2010

- Que ame como un cisne.

Le ha vuelto. Cada cierto tiempo le viene un estado en el que como que estuviera ido, desconcentrado. Farfulla alguna idea, ésta le da vueltas en la cabeza y se la incendia, y quizás, como podría decir Machado de Asís, se divierte en su cabeza, se columpia y vuela y cosas así, de modo que después de unos días pareciera que le abandona y que su alma queda sonriente, alelada, como habiéndose descargado de algo. En Moscú ya tenía estos accesos, y en esos casos no quedaba otra que acompañarlo, alimentarlo y cuidar de que no se distrajese al cruzar las calles.

- Que ame como un cisne.

Mira el cielorraso. Está tendido en la cama. Su alma está tan solo a medias en este mundo. Algo que le ayuda en estos casos es hacerlo hablar. Parece que con eso las cosas se le van acomodando y calzando unas con otras, hasta que forman un todo y con eso se pueden comenzar a hundir en su alma hasta que se funden con otras y dejan de operar. Bueno - pienso, mientras enciendo un cigarrillo -, como todo el mundo.

Dice que busca una mujer que ame como aman los cisnes. Que cuando un cisne muere, al poco tiempo el otro lo sigue. Que están rozagantes cuando están juntos y que se opacan cuando se separan. Que no aceptan a nadie que no sea el otro, por mas gallardos que sean los cisnes - o cisnas, ¿existirá la palabra? - que se le crucen. Que los cisnes son animales que saben que hay otro mundo. Que parecen nadar separados cuando en realidad se van haciendo uno solo... Habla y habla sandeces de ese calado. Llevo ya unos 3 dias casi sin dormir escuchándolo mientras farfulla enfebrecido. Por suerte hay una botillería cerca donde siempre tienen Schtolishnaya y cigarros. Entre paréntesis, las porquerías que fumo me están matando.

- ¿Y tú que piensas Mahiakeff?

Buen signo. Cuando se le empiezan a aparecer los otros es que está empezando a volver. Ahí hay que tener cuidado con lo que se le dice. El más mínimo tropiezo lo manda de nuevo al otro mundo.

- No sé. Los cisnes son cisnes, los humanos son humanos.

Trato de ser neutro y no echar a perder las cosas. Las ideas que tiene siempre son de esta índole: disparatadas e incomprensibles. Pero le revuelven el cerebro, se lo dejan en estado de revolución y lo mejor es alimentarlo cuando se puede y dar opiniones neutras mientras pasa el temporal.

Buen tipo Igor. Estos accesos le han hecho perder varios trabajos. Los jefes se apenan cuando le dicen que ya no va mas porque hace muy bien las cosas y porque es un buen tipo, pero les da miedo que ande por ahí alucinado. No vaya a ser que de repente le dé por quebrar cosas y temas así. Pero no. Es un remolino que se le viene en el alma y que después de un tiempo lo deja. Hasta la próxima.

Mira el cielorraso. Masca como si rumiara un pedazo de salchicha que he logrado meterle a la boca. Pareciera que en el cielorraso viese cosas.

- Como los cisnes.

Llega Milenka. Se quedará con Igor un rato largo. Salgo a estirar las piernas, me hace falta. Camino por el Forestal, paso frente al Bellas Artes, veo pasar el riacho café y sucio en que está convertido por hoy el Mapocho, veo las gaviotas en sus riberas. Me sorprendo preguntándome como se aman las gaviotas. No es la primera vez que me pasa. A fuerza de delirar, y quizás también porque en esos casos paso mucho tiempo con él, me lo empieza a pegar. Tengo que andar alerta.

Vuelvo. Milenka lo ha hecho comer. Sonríe. Echa incluso un par de bromas. Enciendo otro cigarro y lo miro. Los griegos tenían una sola palabra para decir "niño" y "loco": nepíos. Igor es nepíos o se vuelve nepíos. Cada cual es como es. Y quien es nadie para hacer algún juicio.

Miro por la ventana. Curiosamente, cruza volando una gaviota. Solitaria.
Mejor ni se lo menciono.
Schtolishnaya.



miércoles, 7 de abril de 2010

Entre tanto "Rien...", esto.


Miro de nuevo los ojos de tus ojos
y quedo en silencio
como un coyote
frente a las dunas infinitas.

Miro de nuevo las gotas de sudor que cubren tus hombros
y un rumor
como el de las lechuzas
murmura en mis oídos.

Miro tus labios
misteriosas granadas
que estallan como palomas huyendo de la lluvia
y después
no queda nada de mí.

Eres un soplo que escapa del bosque
una espiral en mi garganta
un delicado instante
perdido en el vacío.