jueves, 10 de septiembre de 2009


El Encelado. Jardines de Versalles.
En los jardines de Versalles está la fuente de la foto. Es un ser que, desgarrado, trata de liberarse del abrazo de la Tierra. Por largo tiempo me intrigó la imágen y el personaje, y me dediqué a perseguir su historia hasta que supe de quién se trataba. Está mencionado en La Eneida. Se trata del Encelado, uno de los Titanes que lucharon con Zeus.
La Tierra tuvo algunos hijos, los Titanes, Prometeo entre ellos, que le robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, por lo cual tuvo que pagar eterna culpa encadenado a una cima donde noche a noche baja un águila a comerle las entrañas. Era tal su amor por la humanidad que, a sabiendas del castigo, de todos modos robó el fuego.
Otro Titán era el Encelado. Los Titanes, hijos de la Tierra, lucharon con Zeus, el padre de los dioses, por el control del universo. Como fueron derrotados, sufrieron diversas penas. El Encelado fue enterrado en las entrañas de la tierra, en Italia, bajo el Etna. Cuando el Etna entra en erupción es porque el Encelado está bramando y pugna por salir.
Me intrigaba no solo la mitología y la historia. Me intrigaba la imágen. Le intrigaba mas bien a mi inconsciente. De cierta manera, me dedico a observar las erupciones de los Etna y a olisquear qué Encelado es el que busca abrirse paso. A veces se puede y a veces no. Me he ido familiarizando con los vapores sulfúricos con el paso del tiempo y ya no me asustan. Todo eso es lo que se me agolpó en la mente cuando tomé la foto del Encelado. Por alguna rendija de mi inconsciencia, el homenaje a mucha gente valiente que he conocido enfrentandose a si misma se asomó. Esa noche me fui a un bar franchute y empiné el codo un poquito mas de la cuenta. E hice un brindis en la noche por todos los hermosísimos Encelados y Prometeos que me ha tocado en suerte conocer.

jueves, 3 de septiembre de 2009


Cada cierto tiempo vuelvo a mirar este Dalí. El cielo, las aspas hechas de alas de mariposas, la inmensa llanura que se pierde en el horizonte, el hombre alucinado y gallardo mirando la cúspide de los molinos, tienen algo que hace huir la desazón. Quizás sean las alucinaciones, quizás el cielo, quizás la intensidad del lugar que podría hacer olvidar hasta el mas recalcitrante de los malos recuerdos, algo hay que hace huir a la desbandada a la desazón. Tampoco sé por qué, pero hoy es uno de esos días en que mis ojos, alejados de otra voluntad que la suya propia, se empecinan por mirar los molinos de Dalí. Miro mis ojos en el espejo y no puedo adivinar detrás de qué andan. Creo que una vez más, tienen su juego propio mas allá de los dobleces y cabriolas de mi voluntad, la cual, en estos casos, no puede hacer otra cosa que abandonarse y sonreír.