jueves, 30 de julio de 2009

Encontré un antiguo estudio en el computador de la universidad, un borrador acerca de hombres escépticos y valientes que, por lo tanto, no temen a la Muerte. Supongo que en algún lugar del universo quedaran algunos.




TERCIOS


Miran a los ojos y parece que están secos
que no tienen vísceras
que sus cascos de hierro están ardiendo
que sus fibras musculares apenas se contraen.

Aún así se mantienen duros en las trincheras
decididos y llameantes
pero vacíos
como estrellas apagadas
cuyo fulgor
aún alcanza a la tierra.

Se mantienen en las trincheras fieles a su costumbre
de esperar a la muerte a pie firme

antes que huir.
Las banderas les dan lo mismo.
Miran a los sargentos y capitanes con cierto desdén:
lo único que pueden mirar con atención
son las picas y alabardas del enemigo
que avanza.

Miran a los ojos con la misma firmeza
con que miran a la muerte
que avanza
en la punta de las picas y alabardas
y están decididos a esperarla
a pie firme
antes que huir.

miércoles, 15 de julio de 2009

Había leído "La Eneida" hace un par de años, y no me había causado gran impresión. Ahora que he vuelto sobre ella en una prolija edición mexicana en verso (feria baires) me sorprendo de que en realidad Virgilio es casi tan grande como los griegos que llamamos Homero, como decía Borges, el memorioso.
En el Canto IV, Dido, la reina fenicia enamorada que ve como Eneas toma sus naves y se larga a buscar su destino compelido por los dioses, se suicida con la espada del héroe troyano. Agoniza largamente en brazos de su hermana. Los dioses, apiadados por el sufrimiento de tal agonía, envían a Iris para que corte el bucle que apenas ya une el alma al cuerpo. Iris cruza los mares y al llegar a la vera de Dido, corta delicadamente el delicado bucle, y entonces el alma, que pugnaba denodamente por liberarse, se echa a volar.
Miro los ojos de tus ojos, miro los cielos de tus cielos, y veo tu alma volar. Es eso lo que sobrenada en los encantados versos de Virgilio. ¿Vería alguna vez él unos ojos al fondo de los cuales revolotea un alma?

viernes, 3 de julio de 2009

Termino, una vez más, quizás la octava, "La Ilíada", el canto de los cantos, esta vez en verso, en una cuidada versión mexicana que encontré en la última feria del libro de baires. El cruel Aquiles, acusado de impío, el sensato y poderoso Príamo, Casandra, a quien se le otorgó el don de predecir el futuro y también la maldición de que nadie le creyese, Héctor, bello y tremolante domador de caballos, Briseida, la de hermosas mejillas... resplandecientes seres salidos del mito y que siguen poblando las mentes de miles como yo que pueden verlos aparecer de entre las sombras del tiempo.
En ese espíritu releo a Robert Browning, en una exquisita traduccón del exquisito Armando Roa Vial, hijo de mi homónimo profesor.




Próspice

¿Temer yo a la muerte? Sentir la bruma en la garganta,
la niebla en el rostro,
cuando cae la nieve y las ráfagas anuncian
la cercanía del lugar,
el poder de la noche, la presión de la tormenta
y la presencia del enemigo.
Allí donde el gran miedo se consagra en su forma visible
y el hombre fuerte debe avanzar:
porque el viaje ha concluido y conquistada la meta
las barreras se derrumban,
aun cuando falte todavía un combate para alcanzar el galardón,
la recompensa de todo.
Siempre fui un luchador; por ello... que venga otra batalla,
¡la mejor y la última!
Odiaría que la muerte vendara mis ojos y se mostrara
indulgente
y me diera la bienvenida cautelosamente.
¡No! Dejadme probarla en todo su sabor, como mis camaradas,
los antiguos héroes.
Soportar la arremetida y pagar todas mis culpas
en un minuto de dolor, tinieblas y frío.
Porque lo peor, de un momento a otro, para el valiente se
convierte en lo mejor,
cuando el minuto sombrío termina
y cuando la furia de los elementos y de las voces malignas
enloquecidas
se derrumba y se apaga,
cambiando, transfigurándose en paz brotada del dolor.
Y luego una luz y tu seno,
¡oh alma de mi alma! Te abrazaré de nuevo
y en Dios descansaré.



Tengo un nuevo escritorio que tengo que arreglar. Tiene una vista hermosa, urbana, que sirve de fondo a Homero, Browning, Cortázar, Sartre, todos quienes en estos precisos días también veo salir desde las sombras. Me deseo feliz escritorio nuevo, a pesar de todo. Veo el paisaje y brindo, a pesar de todo. Sin duda, a pesar de todo.