jueves, 9 de abril de 2009


Caminando por las calles de la vieja Florencia estaba este "Café de los Artesanos", que de por sí es un encanto. Pero el letrero a la entrada sencillamente me mató.




"A los señores clientes sentados en las proximidades del Café se les solicita respeto por la serenidad pública".

Ya me imagino que clase de clientes tiene el Café de los Artesanos en Florencia. Varios de mis conocidos harían clientela de lujo para semejante lugar. Por ejemplo el Guatón Valenzuela, o el Huaso Alcocer, o Juanito Gómez, los dos últimos ahora entre las estrellas. O el Pablo, o Chánchez, o... en fin, una larga lista de señoritingos que harían palidecer a Sileno, el jefe de los faunos.
Las callejuelas de Florencia son mágicas. De repente sale uno disparado hacia las estrellas. Hay que andar con ojo para no chocarse con el Huaso o con Juanito. El Huaso estaba hospitalizado antes de emprender el último vuelo y exigió que en un guatero la pasaran vino de contrabando. En Florencia podría uno encontrarse con él y no sería sorprendente. Quizás hasta casi sería natural. En fin. Florencia.

2 comentarios:

fidelio dijo...

que suerte Mahiakeff, pasear por las calles de Florencia, toparse con ese café... y con tus amigos presentes colgando de las estrellas...

Pedrugo dijo...

Bendita Florencia.
Yo también posé los pies en sus callejuelas, debo confesar que no sin cierto respetuoso temor. Como si corriese el riesgo de estropear algo de la belleza con un gesto o una palabra indebida. Sus gentes me parecieron de una arrogancia comparable a la de la ciudad. De ser florentino, quizá yo exudaría una arrogancia de peor calaña.
En fin, bendito el Mahiakeff que ser permite ir a buscar a allá a esos viejos amigos, sabedor de que no se les encontrará en otro rincón, ni de orientes ni de occidentes.
Salud por todo eso.