lunes, 5 de enero de 2009

Golpeo a la puerta, tres veces, como lo hacían los cabalistas para anunciarse entre ellos.
- ¿Si?
- Ehh... Mahiakeff.

Silencio.
Golpeo de nuevo.
- ¿Sí?
- Mahiakeff. Abre y déjate de pelotudeces.

Abre. El aspecto es espeluznante. El pelo lleno de greñas, bolsas gigantescas bajo los ojos, la piel cetrina. Hace tiempo que no se veía tan mal.

- ¿Qué quieres?
- Primero, saber cómo estás. Segundo, si te falta algo. Tercero... si puedo hacer algo más por tí.

Nadie sabe qué se vino a hacer. Tiene un cáncer de pulmón avanzado y lejos de posibilidad de cualquier terapia. Respira con dificultad. No tiene ni ha tenido trabajo desde que llegó, hace unos meses. Vive de la misericordia. Es imposible que haya estado peor en Moscú. Y se vino sin conocer a nadie.
Tose.

- Queda poco.
- Parece - digo. Por decir algo.

Cuando me voy, musita:

- Oye Mahiakeff...
- ¿Sí?

Piensa unos segundos.

- Cierra bien la puerta al salir.

Cierro bien la puerta la salir. En la calle aspiro una bocanada de aire. Uno no se da cuenta de todo lo que tiene. Aire, por ejemplo. Enfilo hacia el "Ajedrez", por vodka. Eso también: vodka. La madrecita Rusia, lejana y omnipresente.
Aire, vodka, la madrecita... Mucho.

2 comentarios:

difusa dijo...

En tu próxima visita dile que abra la ventana pa' fumar!!!

Una dica: el vodka queda rico con frutillas o kiwis ... tipo caipirinha!

mahiakeff dijo...

Jejejeje... tan precisa y apropiada como siempre.
Saludos

M.