martes, 30 de diciembre de 2008


Esta es mi imágen del año. Eramos un grupo escapando de las garras de los esbirros y sicarios que nos seguían cual cancerberos atacados por la hidrofobia. Las balsas de más atrás iban llenas de ellos. Las balas zumbaban y se hundían en el agua con un chasquido espumarajeante o arrancaban pedazos de rocas en la ribera. Por milagro nadie salió ni herido ni muerto, por lo que sospecho que alguna diosa semejante a Tetis, la madre de Aquiles, nos cubría con su manto. De hecho debe haber sido ella quien hundió en un recodo las balsas de los perseguidores estrellándolas contra unos acantilados. Cuando logramos alcanzar el estuario del río y esconder nuestro bote, unos helicópteros pequeños y zumbones estuvieron buscandonos hasta que se escondió el sol. Caminamos la noche entera hasta que al amanecer dimos con un retén de carabineros, agotados pero sanos y salvos. Los carabineros dijeron que no eramos los primeros que habían llegado contando la misma historia, pero que hasta ahora no habían dado con nada que pudiera corroborarla.
Cuando publiqué esta foto la etiqueté como una bajada del Maipo en la balsa de una compañía de deportes extremos. Pero no era verdad. Tenía miedo, lo reconozco. Pensaba que podían venir a buscarme. Pero ahora ya me da lo mismo. Si vienen los estaré esperando.
A veces despierto sudando helado mientras de nuevo las balas zumban alrededor. Estoy cansado del miedo. Así es que mi primera acción liberadora es etiquetar correctamente esta foto, la del 2008. Después veremos qué es lo que va pasando.


miércoles, 24 de diciembre de 2008

Gracias
a cada uno de los que hayan pasado por aquí
de visita o de paseo
intencionalmente o por casualidad
por compromiso o por gusto
traídos por el destino o por el azar
gracias
por dejar una huella
un olor
una sonrisa
y una presencia irrepetible.
Sinceramente
Gracias.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Estoy solo. Son las 3 AM y ya se ha ido todo el mundo. Llegaron con guirnaldas y vodka (allá vamos de nuevo...) a celebrar mi cumpleaños. Eran manadas. Y todos contentos y divertidos. Incluso Igor.
Se dijeron varios discursos encendidos. Me acuerdo de algunos, otros quedaron borrosos. Igor se subió a una mesa para hablar y se golpeaba el precordio una y otra vez mientras vociferaba a voz en cuello vaya a saberse qué. Katja hizo recuerdos un poco íntimos que sacaron brindis dignos de una partida de vikingos a la entrada de una ciudad llena de mujeres. Vladimir se largó a llorar en medio de su perorata diciendo no se qué de que cuando todo se hunde mi amigo blablablá. No recuerdo mucho. En Moscú era bastante parecido aunque menos comedido. Una vez Svetlana, una secretaria que no había visto nunca, salió despedida por la ventana y nadie se enteró. Por suerte en ese tiempo vivía en un primer piso.
Se fueron haciendo el trencito. Las luces de la ciudad son distintas a las de Moscú. En Moscú son tenues porque las apaga la nieve y la llovizna. Aquí resplandecen y se reflejan una y otra vez. Antes de acostarme apuro el útlimo vaso de vodka, donde también están reflejadas las luces de esta ciudad. Vodka y las luces de Santiago. Buena combinación.

viernes, 12 de diciembre de 2008


- Usted está con problemas con el alcohol ¿no?...

Me quedo de una pieza.

- Este... ¿a qué se refiere?
- En todos sus últimos post habla de trago.

No me había dado cuenta. Es verdad que mi nariz ha crecido y se ha puesto rosada y porosa y que mi piel se ha vuelto cetrina y que despierto a cada rato en la noche y que por la mañana me sale algo de espuma por la boca (me dicen que se llaman "pituitas matinales") y que el temblor se me pasa con un poco de vodka, pero no me había dado cuenta de que mencionaba el asunto con cierta frecuencia.

Luciérnaga, la nueva gran actriz de Chile, prometo no volver a ver el vodka durante el mayor tiempo que pueda. O sea, hasta mañana en la mañana, cuando el maldito temblor no me deje ir a la oficina.

Pero es cierto, uno debería tratar de disimularlo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Igor.

Igor. Saluda con un gesto apenas perceptible y se recuesta en el camastro.

- ¿Como vas Mahiakeff?

Lo de siempre. El vodka de nuevo se me fue de las manos. Katja escribió diciendo que ya no podía esperar más y que Boris etc. etc. El jefe japonés que cree que mi padre estuvo en lo de las Kuriles. Va a haber reducción de personal. Etc. Lo de siempre.

- Yo bien. ¿Y tú? ¿Qué hay?

Observa las manchas del cielorraso, de humedad y de otra clase. El mismo estrelló hace un par de semanas una copa de Smirnoff contra ese cielorraso celebrando el natalicio de Pedro el Grande.

- Nada.

Eso es grave. Igor necesita acción, que algo está pasando. Más que en la realidad, en su mente o en su corazón. Yo solo necesito vodka y que me dejen tranquilo.

- Haz como el Rey Sol. Si no pasaba nada, escribía "rien" en su diario y asunto despachado. No le daba mas vueltas.

- Esa mancha... ¿la hice yo, no es cierto?

- Lo de Pedro el Grande.

- Si - dice, y por un instante sonríe igual que un duende irlandés.

Me preocupa. La última vez que estuvo así terminó preso porque se dió con todo con una patrulla que hacía la ronda, ebrio como cuba. En el hospital miraba el cielo como si estuviese manchado con restos de vodka.

- "Rien". Buena palabra.

- Si - digo, y me echo al coleto otro vaso.

Me aburrí de escribir mi diario porque se repetía demasiado la palabra "rien". Ahora bebo vodka. Habrá que tener ojo con Igor por unos días. Le vienen como melancolías y después se le pasan. Cuando se le pasan, toca a la puerta a las 3 de la madrugada riendo a carcajadas y pidiendo que lo acompañemos a ver a La Negra, una amiga suya que tiene un tugurio atendido por unas pupilas tan interesantes como una mata de tunas. Pero si uno no va, Igor se queda hablando toda la noche y es imposible dormir. Por lo menos, de La Negra uno se puede escapar sin que se note y largarse a los brazos de Morfeo.

Ojalá esta vez haga caso, escriba "rien" y todo acabe ahí. Lo que es yo, tengo ya suficiente con el japo negrero de las Kuriles.