jueves, 23 de octubre de 2008

Volviendo de la Isla Damas, un santuario natural frente a Punta Choros, al norte de La Serena. Delfines, pájaros marinos, nutrias, pingüinos, gigantescos roqueríos estoicos por los cuales ha resbalado el tiempo, la lluvia y las estaciones, olas blancas, blanca espuma...
El que va sentado sobre la popa, agarrado a una cuerda, soy yo. Un marinero lleno de ron me iba contando su historia en sordina mientras el bote se deslizaba grácil por la superficie del agua. El marinero me contó un par de historias de mar, las tormentas que había aguantado en el bote y las que había aguantado fuera de él. Tenía una voz hipnótica y me iba quedando medio dormido. Así y todo, mis manos se negaban a soltar la cuerda, cualquiera fuese la circunstancia. El agua resplandecía, el bote se elevaba y caía y la voz del marinero hacía entrar en otro mundo, quizás el de "La Balada del Viejo Marinero", de Samuel Taylor Coleridge, esa en la cual un albatros se posa en la popa de un navío que se ha extraviado en lo mas profundo del mar.
Así es la Isla Damas: hipnótica y agreste, como el murmullo de un marinero que se ha salvado de si mismo y del mar.

3 comentarios:

luciérnaga dijo...

En todo lo que escribe está el poeta. Por eso se leen y se
vuelven a leer sus escritos. Se
disfruta.
Y uno ahí no más.
Un abrazo grande.

Hotaru.

Rodrigo dijo...

saludos buen hombre.
Hace un par de años recalé en la isla y me quedé todo lo posible. Demás esta decir que ocurrió lo mismo con el botero...pero no es lo importante.

Hace algunos meses me fui a las islas pinguineras de Ancud...y entonces pude llegar a la otra esquina del viaje de pinguinos de Humboldt...me resultó realmente impresionante la entender la circularidad de la naturaleza y la espiralidad de la vida.

un gran saludo, un gran abrazo.

· dijo...

no conozco la isla, sólo Punta de Choros. Pero en cambio leyéndote he recordado esa sensación de libertad que inunda el corazón al ir sobre el vaivén de las olas y esas inmensas ganas de seguir y seguir mientras el agua salpica y el viento saluda en la cara. No he ido demasiado adentro y espero un día estar en alta mar, muy adentro o quizás en un fiordo...debe ser un sueño.