domingo, 3 de agosto de 2008



Por diversas razones, trozos de mi pasado entran en la realidad como icebergs que vinieran de un tiempo remoto. Unas fotos de la Escuela que no conocía, una compañera con la cual apenas crucé palabras en esa época, una páginas en internet, y el pasado aparece como iceberg que remontara un río de aguas mansas colina arriba.

Tormentoso y rutilante el tiempo de la primera juventud. Hermoso pero turbulento. Uno no sabe de qué lado estaría realmente si le tocara ahora estar en la calles de Paris en Mayo del 68. Los románticos dirán "¡en las barricadas!", quizás sin pensar en que ya no son los mismos y que desearían conservar los pequeños baluartes que han conseguido. Los otros dirán "¡con De Gaulle!" sin pensar a la primera en las injusticias de las que habrán sido objeto mas de una vez por parte de un sistema vetusto y arbitrario. Yo creo que me iría a una cervecería a ver pasar a unos corriendo detrás de otros y después a otros detrás de unos, sonreiría con esos graffittis que dieron la vuelta al mundo ("Seamos realistas: pidamos lo imposible") y terminaría el día buscando recuerdos botados en la calle, un poco achispado y habiendo trabado amistad con tipos de uno y otro lado. ¿Escéptico? ¿Cínico? ¿Vividor? Quizás un poco de todo, y mucho de nada. Habemos los que necesitamos nada mas que una pequeñísima excusa para armar una zarabanda y subirnos a una carabela con rumbo desconocido. A un amigo querido, poeta, le gusta una canción roquera en la que un tipo que va por el desierto ve venir de pronto por la carretera tres carabelas. Las detiene y pregunta donde van. El sujeto que va a popa mira a lontananza y dice "A descubrir un mundo", o algo así, y continúan.

Compro tres libros: "El castillo blanco", de Pamuk, "Dias aún mas extraños", Ray Loriga, y "Travesuras de la niña mala" de Vargas Llosa. Como siempre, imposible parar de leer. La planta de los poetas comienza a reverdecer de a poco afuera de mi ventana y en el aromo despuntan los amarillos de las centelleantes flores. Seamos realistas, pidamos lo imposible: que los iceberg alcancen gloriosamente la cima de las mas altas colinas, un poquito mas allá de este mundo.

Paris, 2004: cima de la Torre Eiffel, el Sena, Elohim.