jueves, 6 de marzo de 2008

Tus ojos ruedan por el tobogán. Tus ojos enrojecidos ruedan cono granadas abiertas que fuesen desgajándose en el trayecto. Son bolas de fuego que lloran. Cristales feroces y húmedos que cruzan el aire en la caída y que dejan una estela de agua que se evapora en la superficie del tobogán. Llamas que crepitan, espigas de trigo que se elevan por el viento embravecido.
Caen al vacío. Una sucesión de destinos se hunden con ellos y sus ecos resuenan en el vacío. Tus ojos son meteoritos que se incendian en la inmensa negrura del vacío.
Loa míos resplandecen. Plenos de luz, de ellos salen rayos que incendian el mundo. Sonríen. Tus ojos y mis ojos una vez se cruzaron. Y los tuyos enrojecieron y se precipitaron al vacío.
Carta de Darío, capítulo aún impreciso de "La Embriaguez".

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