domingo, 16 de marzo de 2008

Despierto, me hago un café negro exquisito, y abro la ventana. La flor de los poetas crece abigarrada en una maceta al lado afuera del ventanal y en el cielo flotan bellísimas nubes algodonosas. Continúo leyendo "Me llamo Rojo", de Orhan Pamuk, el extraordinarimente dotado escritor turco, con cierta nostalgia porque ya me quedan muy pocas páginas, y saco algunas canciones del computador y las traslado en el pendrive al equipo de música. Rachel Yamagata, Serrat, Mecano, la Chapman, una mezcla sin ton ni son pero que dan ganas de brindar. Y un texto de Zurita que me estremece.


Te palpo, te toco y las yemas de mis dedos buscan las tuyas porque si yo te amo y tú me amas tal vez no todo esté perdido. Las montañas duermen abajo y quizás las margaritas enciendan el campo de flores blancas. Un campo donde Los Andes y el Pacífico abrazados en el fondo de la tierra muerta despierten y sean como un horizonte de flores nuestros ojos ciegos emergiendo en la nueva primavera. Pero no, las margaritas continúan doblándose sobre el mar difunto, sobre las grandes cumbres difuntas y en la oscuridad, descendidos, como dos evanescentes pieles que se buscan, mis dedos siguen palpando a tientas los tuyos porque si yo te tóco y tú me tocas tal vez no todo esté perdido y todavía podamos adivinar algo del amor. De todos los amores muertos que fuimos y de un campo de flores que crecerá cuando nuestras mortajas blancas, cuando nuestras mortajas de nieve de todas las montañas hundidas nos besen boca abajo y nos vuelvan para arriba las erizadas pestañas.







Lanzamiento de "Hespérides", Feria del Libro de Santiago 2002, Estación Mapocho. Uno de los mas hermosos abrazos que he recibido.

A propósito, éste es uno de los dos poemas que están en "Hespérides" que creo tienen un soplo, mínimo pero tienen, de eternidad. Es un memorandum, que un hombre envía solo una vez en la vida, cuando se le aparece la que será para siempre la única en su corazón.

Evanescente.


Vistos

los sueños en los cuales has yacido envuelta

los tejidos cubiertos por la celeste luz de tus párpados

los mármoles, las alas de los bergantines, las sombras

más aún, los textos de tus recuerdos

el olor que se niega a desaparecer

los blancos abrazos, la lluvia de tiempo

hundo una garra en mis entrañas

las elevo al sol

y me duermo persiguiendo tus huellas por otros mundos,

bajo otros cipreses

para hacerte volver silenciosa

sobre estos llameantes pastizales.

7 comentarios:

Claudia Corazón Feliz dijo...

Hermosas palabras para un día domingo.

Un abrazo.

difusa dijo...

No te burles!!

Lindo. "el olor que se niega a desaparecer" que cierto! Los olores nos acompañan de por vida y gatillan recuerdos de todo tipo.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

... nO SABÍA DE TU EXISTENCIA HASTA QUE ME HAS VISITADO A LEER MIS LOCURAS, ¡MUCHAS GRACIAS!
tE HE PUESTO EN FAVORITOS, ME GUSTA LO QUE DICES Y CÓMO LO DICES.
UN SALUDO

v dijo...

Querido doc: tengo el agrado de comunicarle que la laif está estupendamente. Me río a menudo, despierto con ganas, disfruto mucho ser yo. Además, me ha crecido la familia: ha llegado Dominga, mi segunda gata.
Tenga usted una buena semana.
Cariños

Anónimo dijo...

bonitas letras, mahiakeff, me alegra que nos hayamos encontrado

luciérnaga dijo...

Fabuloso el poema. Tanto como los
otros de "Hespérides" que disfruto
leyendo, porque tengo la bendita
suerte de tener un volumen.
Un sentido abrazo.

L.

La Nada dijo...

Y a quién irá dirigido ese memorandum???

Saludos de la Nada (o lo que queda de ella).