jueves, 24 de mayo de 2007

Es la mañana y tomo desayuno en el Residence Inn cerca del Old Town en San Diego. Hay un vocinglerío casi espantoso. Breakfast (¿cómo es que se se dice en español?...): huevos revueltos, choricillos (5), yogurt de frambuesa y mermelada de algún berrie. Café, el pésimo café de los norteamericanos.
Una bella mujer pasa gallarda y majestuosa. No hace caso de nada. Si alguien se le pretende acercar, mira fulgurante y despreciativa. Se sienta. De pronto aparece su hombre. Sonríe y se llena de movimientos gráciles. Es una bellísima mujer.
Los cantos y las mujeres. Son la materia de la vida, la historia y el destino. El resto está demás.
La hermosa materia de los cantos. Burbujea en la garganta, inquieta los dedos, alucina la mirada. Los cantores son seres solitarios que aparecen en el escenario para que el público pueda ver lo que ha ocurrido en su mente, en su espíritu, en su corazón. Los cantores, los bardos, miran hacia otro mundo, el mundo que se vislumbra eternamente por encima de los arenales.
Hora del desayuno en el Residence Inn en San Diego. Alcanzo a percibir de nuevo la soledad de los cantores en mi espíritu. Si alguna vez me muero quiero morir así: con el centelleante espíritu de los bardos resplandeciendo en mi corazón.

4 comentarios:

Marcelo Zuñiga dijo...
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Marcelo Zuñiga dijo...

1° Cuando veas mujeres así tienes que mostrar las fotografías,
2° ¿Cómo es eso de "su" hombre? Ese sentido de pertenencia me parece impropio de una mente como la tuya. En tu favor alego que no queda claro el sentido de dependencia.
3° Disfruta todo lo que puedas, este país sigue gris, como mañana de otoño.

mahiakeff dijo...

Marcelito, el único país que existe está dentro de tu corazón. Abrazo

L.

Marcelo Zuñiga dijo...

Buen punto, pero yo creo que mi corazón rebosante de colores distingue plenamente el gris del paisaje del corazón de los demás. Un gran abrazo.